Él no paró hasta conquistarla. Durante más de ocho años recorrió los mejores teatros de Madrid, París, Londres, Montecarlo, Budapest y Odessa -entre otras ciudades europeas-, llenándole los camarines con miles de rosas rojas y blancas, hasta que, en 1907, en la cumbre de su carrera, la soprano portuguesa le dio el sí, retirándose de la actuación y convirtiéndose en una importante benefactora de las artes escénicas.
Durante la Primera Guerra Mundial la pareja residió en Coeur Volant, el castillo normando en Versalles que Marcelo le obsequió como regalo de bodas. Mientras tanto, Regina, realizó numerosos actos humanitarios que le valieron el otorgamiento de la Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia. Su marido era el embajador argentino en ese país y ella dirigió un hospital de sangre.
Por más de cuatro años no pisaron Buenos Aires. El regreso se produjo recién en 1911 para asistir al casamiento de Elvirita de Alvear. El vacío que le hicieron las mujeres a Regina fue mortal, así como la envidia que sentían por ella, por haber encandilado al dandy de oro nacional. Dicen que Marcelo, cuya fama de mujeriego siempre había sido amplia, le dijo indignado a su esposa: “No te preocupes, querida, que a todas estas yo les levanté las polleras”.
En 1922, Hipólito Yrigoyen eligió a Marcelo Torcuato como su sucesor. Le tocó gobernar hasta 1928, la última década feliz de la Argentina. Entretanto celebraron incontables inauguraciones, recepciones y fiestas. A su lado, Regina, fue una primera dama discreta, que apoyó actividades culturales con entusiasmo. Infaltables en las funciones del Teatro Colón, la pareja presidencial atravesó una época de efervescencia creativa. Los jóvenes escritores apreciaban el interés que en ellos depositaban y Victoria Ocampo los amaba.
En 1938, Regina, fundó la Casa del Teatro de Buenos Aires: un asilo para actores semejante a la Casa Verdi de Milán, con cuarenta cinco habitaciones, dos pequeños museos y la sede del Teatro Regina -nombrado en su homenaje-. También, construyó el Templo de San Marcello y el colegio anexo. Por otro lado, una localidad de la provincia de Río Negro, fundada en 1924, fue bautizada en su honor: Villa Regina.
Regina Pacini de Alvear falleció en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, donde tenía su residencia, a los 94 años, habiendo sobrevivido a su gran amor por más de veinte años y habiéndole llevado todos los veintitres de cada mes un gran ramo de rosas blancas y rojas a su bóveda en el cementerio de la Recoleta, en la cual solía sentarse en una sillita en el interior pasándose allí horas lagrimeando y pronunciando profundos “te amo y te seguiré amando hasta que en el cielo volvamos a besarnos”.