El cineasta Nicolás Lidijover estrenó “Tiro de gracia”, ópera prima en la que muestra la cara oscura y denuncia los prejuicios de la sociedad argentina, sometida a una continua frivolización de la violencia en los medios de comunicación, donde muchas veces los robos y la muerte son expuestos como parte de un entretenimiento.
“Como los personajes de la película, que muestran sus miserias y prejuicios, el espectador también se sentirá reflejado y así podrá pensar cómo mira el mundo, cómo lo piensa y cómo puede reaccionar frente a hechos violentos como estos”, explicó Lidijover, quien adquirió gran experiencia siendo asistente de dirección de autores como Eduardo Mignona, Adolfo Aristarain y Marcelo Piñeyro.
Protagonizada por Nacho Gadano, Nicolás Goldschmidt, Susana Cart, Julieta Vallina y Guadalupe Docampo, entre otros, con la participación especial de Arturo Bonín, la película describe un asalto y toma de rehenes en una gran farmacia, en la que un joven desesperado intenta conseguir por la fuerza los medicamentos que necesita para su bebé.
Frente al despliegue de periodistas y policías que provoca el hecho, los vecinos claman justicia y los medios de comunicación, sangre, mientras que en el interior del local -que está a punto de ser ocupado por un comando policial- un grupo heterogéneo de clientes es mantenido en cautiverio por un joven humilde y desocupado.
Pero nada es del todo lo que parece, los personajes esconden un lado oscuro, una faceta miserable que ocultan detrás de su apariencia, y de ese modo Lidijover deja planteada en el filme una pregunta incómoda para los propios espectadores: ¿En este hecho puntual quiénes son realmente las víctimas y quiénes los victimarios?
“La idea era precisamente jugar con los prejuicios del público y por eso cada personaje tiene una mirada distinta sobre la situación de violencia que les toca vivir, para que todos los espectadores pudieran sentirse reflejados”, explicó el cineasta, quien utilizó un total de 17 cámaras simultáneas para registrar cada escena desde varios puntos de vista.
En diálogo con Télam, Lidijover sostuvo que “al comienzo parece estar claro quien es el ladrón y quiénes las víctimas, pero poco a poco eso cambia, se va trastocando esa percepción. A medida que avanza la trama, los personajes muestran una faceta más oscura y negativa desde una situación límite. Eso repercute en el espectador, que seguramente se sentirá identificado con esas miradas”.
El cineasta se refirió a sus motivaciones y aseguró que “me molesta sobremanera que en el cine y en la televisión las muertes son absolutamente gratuitas. Creo que eso se debe a la invasión de los medios en la vida privada, porque provocan una banalización de la violencia”.
“La idea era denunciar esta invasión mediática que frivoliza la muerte y la violencia. Queríamos que estas muertes no pasaran desapercibidas, ni para los personajes ni para los espectadores. Creo que la forma en la que está contada la película ayuda a reflexionar a la gente que ve televisión para que sepa que eso que está viendo no es un entretenimiento”, señaló.
Para mostrar la crudeza de la violencia que genera un hecho como una toma de rehenes, Lidijover eligió filmar la película en 20 planos secuencia, a través de 17 cámaras que emulaban un sistema de seguridad y estaban dispuestas especialmente en lugares extraños de la farmacia, para poder estar más cerca de los personajes y contar así otras cosas que no hubieran sido perceptibles con un solo punto de vista.
“Durante el rodaje hubo gente que pensaba que se trataba de un hecho real, que se estaba produciendo un asalto en la farmacia, y por ese motivo llegaron un montón de patrulleros y casi hubo un operativo policial”, recordó el cineasta acerca del nivel de realismo que se vivía durante la filmación y que quedó tan bien plasmado en la película.
En ese sentido, Lidijover agregó que “las 17 cámaras no eran parte original del proyecto, pero yo necesitaba que el relato fuera crudo y realista, y que tuviera pocos artificios, para provocar un mayor impacto en el espectador”.
“Además, con esta forma de filmar, la prioridad siempre la tenían los actores, porque teníamos muy poco tiempo para rodar y eso les permitía que desarrollaran sus acciones sin interrupciones, lo cual les daba mayor poder de expresión y concentración. Muchas veces las cuestiones presupuestarias te ayudan a encontrar mejores caminos”, expresó el director.
“Filmarlo así -prosiguió Lidijover- tuvo dos ventajas muy grandes desde lo conceptual, porque la película cuenta una toma de rehenes para poder contar otras cosas: los prejuicios y las miserias de la gente. No te permite estar indiferente. Y muestra esos pequeños momentos donde los personajes toman decisiones equivocadas o eligen salvarse a si mismo en desmedro de los demás”.
“Quería meter al espectador en esta realidad y hacerlo escuchar algo sobre sí mismo que no quería escuchar”, sentenció.
Egresado de la Universidad del Cine de Buenos Aires, Lidijover fue asistente de dirección de filmes como “Martin(H)”, de Adolfo Aristarain, “Plata Quemada” y “Kamtchatka”, ambos de Marcelo Piñeyro, “La Fuga”, de Eduardo Mignona, y “La suerte está echada”, de Sebastián Borenztein, entre más de veinte películas.
Sobre ello, afirmó que “uno va aprendiendo mucho sólo con observar a esos directores y actores como Leonardo Sbaraglia o Ricardo Darín. Vas viendo cómo ellos superan las contrariedades, y empezás a entender qué funciona y qué no funciona. Esa experiencia me permitió saber cómo hacer las cosas pero con la plena libertad que necesitaba”.