Con sus dieciséis metros de altura, volverán a destacarse en el parque de Selinunte tres de las ciclópeas columnas del templo G, el orgullo de la antigua Selinus, el gran edificio sagrado del tamaño de un campo de fútbol que hace 2.600 años se erigía como testigo de piedra del poder y la riqueza de la colonia griega fundada por los hombres de Megara Hyblea.
Con el decisivo apoyo del fallecido arqueólogo Sebastiano Tusa, la reubicación de las columnas del templo G, revela a ANSA el arqueólogo Oscar Mei de la Universidad de Urbino, será el paso final de un complejo proyecto de estudio, restauración y exposición museística financiada con 5 millones de euros por el gobierno saliente de la Región de Sicilia, gracias al compromiso apasionado del asesor de cultura Alberto Samonà.
Un proyecto que durará al menos un año y en el que ya está trabajando un equipo de superexpertos, que, además, de Mei, desde 2010 participan de las campañas de excavación en el parque siciliano: los arqueólogos Valerio Massimo Manfredi, el primero en sugerir hace muchos hace años un proyecto de reconstrucción, y Claudio Parisi Presicce, que cuenta con una gran experiencia en el estudio de los templos griegos arcaicos.
Una gran obra en construcción, “que siempre estará abierta al público”, asegura el director del parque, Felice Crescente, y que requerirá aportes de otras universidades, si se piensa que con sus 109 metros de largo y 50 de año, el edificio -según las últimas hipótesis, dedicado a Zeus- es considerado el mayor templo períptero, es decir, rodeado por una fila de columnas alineadas en cada uno de sus lados que forman una perístasis exterior, del antiguo Mediterráneo. Una maravilla que después de la conquista cartaginesa, terremotos y el paso de los siglos aparece hoy como un enorme montón de escombros, ante lo cual la reconstrucción de alguna de sus columnas podría tener un impacto muy fuerte.
“No nos centramos en la espectacularidad”, advierte Mei, “esto no se trata de una reconstrucción del templo, sino de una gran operación científica de investigación y de protección”.
Nada que ver con el proyecto de reconstrucción apoyado en 2018 por Vittorio Sgarbi, entonces asesor en Sicilia, que apuntaba a la búsqueda de mecenazgos para un gasto tentativo de 16 millones de euros para recuperar todo el templo.
Sin embargo, es verdad, subraya Mei, que una intervención conservacionista demostró en estos años ser fundamental, porque “los elementos arquitectónicos, hechos para permanecer en pie, en tierra se están desmoronando”. Levantar algunas de las columnas del lado sur, elegidas entre aquellas que en el derrumbe permanecieron más enteras, con capiteles, tendría antes que nada un fin de conservación, insiste el profesor.
También es cierto que “sería un modo de hacer que el monumento sea más legible para los visitantes”.
Se parte del estudio, comenzando con investigaciones en archivos, bibliográficas e iconográficas sobre el templo. Al mismo tiempo, se avanzará con los relevamientos fotogramétricos y con escáneres láser 3D, se mapearán los materiales con que fue construido. Y después será el turno de las prospecciones geofísicas en torno al templo, para ver si había otros edificios, en primer lugar el altar, y se procederá a sondear en el terreno junto al perímetro. Sin olvidar una limpieza de la vegetación que invadió el área.
El asesor Samonà, que en estos días está dejando su cargo, se va orgulloso: “Será una gran obra del conocimiento”, dice, preparada para permitir a los visitantes seguir de cerca las labores con un espacio multimedia donde se proyectará la reconstrucción virtual del templo.
En estos años, revela Mei, ya se dieron muchos pasos para aclarar el misterio de estas ruinas. Se sabe ahora, por ejemplo, que lo que parecía un templo jamás terminado era, en cambio, un edificio “no del todo acabado. Faltaban los surcos de las columnas, que habitualmente se hacen al final, y no se habían completado los elementos de decoración ni habían sido cincelados los escalones de la base”, explica, tanto que hoy los arqueólogos están seguros de que el gran templo estaba plenamente en uso cuando en el 409 AC los cartagineses se apoderaron de la ciudad “Es probable que simplemente hayan tenido problemas económicos a la hora de completar las decoraciones”, especula. Por otra parte, hace tiempo se sabía que la construcción del enorme templo había llevado décadas.
Llegados del mar, los soldados de Aníbal sometieron a hierro y fuego la rica colonia. Sin embargo, no fueron ellos quienes redujeron a escombros los templos. Esa fue obra de los terremotos, probablemente en la época medieval. Y, por cierto, también del paso del tiempo, dado que en el siglo XVII algunas columnas estaban aún en pie.
No muy lejos se levanta imponente el templo E, reconstruido en los años 50 con un abundante uso de cemento armado. Mei sonríe:. “Hoy, dice, nadie considera aquella reconstrucción un ejemplo a seguir. “Entonces se hacía así, pero de los errores se aprende”. (ANSA).