El presidente ruso, Vladimir Putin, rindió un escueto homenaje, sin aventurarse en juicios de méritos a la figura de Mijail Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética, fallecido el martes a los 91 años en un hospital de Moscú, donde se encontraba ingresado por una enfermedad.
“Un político y estadista que tuvo un gran impacto en la historia del mundo” y que “trató de proponer sus propias soluciones a problemas candentes”, dijo Putin sobre uno de los hombres más emblemáticos en la historia mundial.
Pero la relación controvertida del actual establishment con el que firmó la paz con Occidente aflora en los comentarios de otros mandatarios.
En primer lugar, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, según el cual “el romanticismo de Gorbachov no se materializó”, no hubo una paz duradera con los antiguos enemigos y al final “su sed de sangre se manifestó”.
Confirmando la vergüenza con la que los líderes de Moscú reaccionaron a la noticia -mientras Europa y Estados Unidos celebraban al hombre que cambió la historia- fue la incertidumbre que se prolongó durante todo el día sobre cualquier funeral de Estado.
Su hija Irina dijo que la cámara ardiente se llevará a cabo el sábado en la Casa de Sindicatos de Moscú y el funeral tendrá lugar el mismo día en el cementerio Novodevichy. Aquí Gorbachov será enterrado junto a su amada esposa Raisa, cerca de las tumbas de Jruschov, Mayakovsky, Chéjov, Bulgakov, Shostakovich y la esposa de Stalin, entre otros.
Pero la propia Irina dijo que por el momento no podía decir si habrá funerales de estado, anunciados por la agencia de noticias Tass pero no confirmados por el Kremlin. La agencia Interfax, citando dos “fuentes informadas”, los excluyó.
Por otro lado, el juicio de Alexei Navalny, quien dice que se enteró de la muerte de Gorbachov por la “radio prisión”, es decididamente positivo.
El último líder soviético pudo “dejar el poder pacíficamente”, reconoció el opositor, y agregó que Gorbachov “siguió siendo uno de los pocos que no usó el poder para beneficio y enriquecimiento personal”, y “esto solo es una gran empresa según los estándares de la ex URSS”.
Las reacciones oficiales en Moscú también reflejan la ambigUedad en la forma en que el actual sistema de poder se relaciona con el antiguo régimen.
Esa Rusia que niega la era soviética pero al mismo tiempo se propone como heredera de ese imperio que marcó la máxima expansión del poder de Moscú.
El mismo Peskov lo dejó claro al recordar las palabras pronunciadas por Putin en una entrevista pocos meses después de su acceso a la presidencia: “Si no te arrepientes del colapso de la Unión Soviética, no tienes corazón, si quieres que la URSS renazca. No tienes cerebro”.
“La muerte de Gorbachov es una gran pérdida para nuestro país”, añadió el vocero del Kremlin, moderando el duro juicio inicial. Pero “era una personalidad muy compleja, multifacética y muchas veces contradictoria que aún provoca acalorados debates en nuestra sociedad”.
Gorbachov “encarnó prácticamente las transformaciones drásticas en Rusia y en el mundo”, fue la opinión expresada por el primer ministro Mikhail Mishustin.
Mientras que un halcón como el expresidente Dmitry Medvedev rindió quizás el tributo más positivo e inesperado al hombre que trabajó por la paz con Occidente.
“Mikhail Sergeyevich tomó decisiones muy difíciles en un período dramático en la historia del país. Sentó las bases para los cambios globales y los juicios y recomendaciones basados ;;en su vasto conocimiento y experiencia también fueron importantes para la nueva Rusia”, resaltó.
Un claro resumen de la opinión más extendida sobre Gorbachov entre la dirección de Moscú -pero también entre gran parte del pueblo ruso- es un editorial publicado por Ria Novosti firmado por Irina Alksnis.
“La sabiduría antigua -escribió la comentarista- dice que los caminos al infierno están empedrados de buenas intenciones”.
Es decir, Gorbachov intentó reformar la URSS, pero no pudo manejar este difícil proceso y resultó en la caída del poder ruso. (ANSA).