Hay que considera al ser humano como una auténtica plaga. Por desgracia para el planeta proliferamos sin control, agotamos los recursos allá por donde pasamos y por lo general damos más importancia a nuestro “hoy” que al “mañana” que legaremos a nuestros hijos. ¿Y qué sucede entonces? Que la naturaleza termina por recordarnos que ella está al mando, y que nuestras acciones tienen consecuencias. Esto mismo es lo que está sucediendo en Oriente Próximo con el Mar Muerto, donde décadas de desmanes en la gestión de los recursos hidrográficos han provocado la aparición de más de 3000 socavones.
La orilla occidental de este lago salino único, con el que limita Israel, Jordania y Cisjordania (Autoridad Nacional Palestina), se evapora a un ritmo alarmante de más de un metro por año. Allá donde el agua se retira, deja tras de si balsas salinas que son las responsables de la creación de los peligrosos socavones.
En declaraciones a ABC news de Gidon Bromberg (director de la organización Eco Peace Oriente Medio que engloba a los medioambientalistas palestinos, israelíes y jordanos) lo que se está viendo en la ribera oeste del Mar Muerto es: “la venganza de la naturaleza”.
Según afirma EcoPeace, la construcción de presas, depósitos de agua y tuberías han provocado que el peculiar lago salado se esté secando a un ritmo alarmante. El agua simplemente ha dejado de entrar al lago proveniente de sus fuentes tradicionales: el río Jordán y sus distintos afluentes. Eso provoca la aparición repentina de los socavones, que son tanto impredecibles como peligrosos.
Los primeros socavones aparecieron en la década de los 80, pero ahora aparece uno nuevo prácticamente cada día. Van formándose pequeños agujeros, unos junto a los otros, y finalmente terminan agrupándose, colapsando y formando cráteres enormes.
Un conteo de 2005 establecía el número de cráteres en unos 1000 aproximadamente. El hecho de que ahora sean 3000 indica que el ritmo de creación de agujeros se ha acelerado en los últimos años. El principal problema radica en la cercanía de la Ruta 90, una autopista que bordea el lago y que podría terminar por venirse abajo.
De hecho según el diario israelí Haretz, el Ministerio de Transporte de Israelí cerró en enero de este año un tramo de 300 metros de la Ruta 90, después de que varios metros de su vertiente este se hundieran 5 centímetros.
En vista de los antecedentes Bromberg advierte: “si no hacemos nada es solo cuestión de tiempo que alguien muera”.
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