La de Vera Vigevani Jarach, madre del movimiento de Plaza de Mayo, fallecida este viernes en Buenos Aires a los 97 años, es una historia trágica, pero llena de fuerza y ;;esperanza.
Se describió a sí misma como una «partidaria de la memoria» y hasta sus últimos días continuó relatando y compartiendo su experiencia, marcada por el dolor, pero nunca por la desesperación ni la resignación.
Nacida en Milán en una familia de origen judío, llegó a Argentina a finales de la década de 1930, huyendo de las leyes raciales de la Italia fascista.
Su abuelo, que permaneció en Italia, fue deportado y asesinado en Auschwitz, y treinta años después, en 1976, su única hija, Franca Jarach, con tan solo 18 años, fue secuestrada por la dictadura militar y asesinada en uno de los infames vuelos de la muerte.
Periodista de profesión, Vera trabajó durante años en la oficina de ANSA en Buenos Aires, cubriendo temas culturales, hasta que se dedicó por completo a la búsqueda de su hija, participando en la creación de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo
Su fallecimiento fue recibido con un cariñoso y sentido mensaje firmado por Taty Almeida, presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo: «Querida Vera, inteligente, culta, alegre compañera muchas veces, y silenciosa otras, porque en tu alma se escondía una pregunta que nunca debió existir: ¿por qué? Vera, hermana, eres parte de nosotras y permanecerás en cada paso y en los pasos de quienes siguen.
La sonrisa de Franca seguirá siendo el estandarte de muchos jóvenes. Te queremos». © ANSA















